Desde el 26 de septiembre al 8 de diciembre de 2019 se podrá ver en el Puente colgante Bizkaia, entre Getxo y Portugalete, la exposición fotográfica al aire libre “Buenas noticias para el planeta”. Esta muestra patrocinada por Fundación AXA y realizada por Lunwerg, reúne cincuenta y ocho impactantes imágenes de fotógrafos nacionales e internacionales, que nos recuerdan que a veces las buenas prácticas y los gestos comprometidos pueden ayudar a salvar el planeta.
Frente a la avalancha de las noticias relacionadas con los aspectos negativos, violentos y trágicos que alimentan la mayor parte de los contenidos periodísticos, en esta ocasión la exposición fotográfica sobre temas medioambientales que patrocina la Fundación AXA en Bilbao, se centra en los suspiros de alivio, en los sorbos de agua fresca que suponen todos los ejemplos que se despliegan en esta exposición.
Las fotografías destacan precisamente lo que se ha hecho correctamente para salvar espacios y especies, para lo que previamente ha sido necesario crear leyes, conocimiento y voluntades. En algunos casos ha bastado dejar que lo espontáneo siguiera siéndolo; en otros ha sido preciso indagar sobre los mecanismos menos conocidos del comportamiento de animales y plantas. Sin olvidar la movilización de ingentes recursos económicos que, conviene no olvidarlo, siempre acaban siendo rentables. Entre otros motivos porque los seres humanos somos los más beneficiados de la salud del planeta, de su multiplicidad vital.
Una buena parte de estas acciones recogidas en la exposición se traduce en una ciencia mejorada y en una más eficaz y eficiente gestión de nuestro patrimonio natural. ”Impedir el agotamiento, la pobreza, el afeamiento e incluso la extinción reporta una de las más íntimas satisfacciones para los que estamos implicados. Sin olvidar, por supuesto, la formidable alegría que provoca darnos esa excelente noticia que es darle buenas noticias a la vida”, explica el comisario de la exposición, Joaquín Araújo.
No hay nada mejor que la compasión. Pero deberíamos considerar además que no hay nada más inteligente que no caer en la irracionalidad del desprecio y la violencia. Todas las acciones encaminadas a paliar las consecuencias del extraordinario poder de algunos tienen todo el sentido.
No solo sobre los humanos, sino también cuando las víctimas son los elementos y el resto de lo viviente. Se trata en definitiva de sentirnos dañados por lo dañado. De animarnos a erradicar la creencia de que tenemos un derecho absoluto sobre todos los seres vivientes.
De la compasión parten todos los esfuerzos por sanar, salvar y restituir y de ahí los logros, que incluyen las tareas de Noé, es decir los empeños para que la vida, tan náufraga hoy, sea salvada; que quepa la posibilidad de volver a empezar.
Es el campo de la recuperación de especies donde se han alcanzado mayores, más veteranos y aceptados logros. Frente a la mengua de las poblaciones de animales y plantas, frente al peligro de extinción de muchas especies, frente a empobrecimiento de nuestro primer patrimonio, la multiplicidad vital de este planeta, se han lanzado miles de botes salvavidas. Investigaciones, legislación, vigilancia, protección, cría en cautividad, seguimiento, alimentación suplementaria… son acciones que han conseguido la recuperación de poblaciones de muchas especies.
Casos de éxito en la recuperación de espacios naturales
Del mismo modo que algunos paraísos fueron convertidos en pura catástrofe, podemos recorrer el camino en la dirección opuesta. Es el caso de ríos como el Támesis y el Sena, de estuarios como la ría de Bilbao, que pasaron de lugares sin vida, sucios y envenenados a todo lo contrario, aguas de nuevo vivaces.
Sucede lo mismo con canteras, minas a cielo abierto, vertederos, que de horrorosos socavones vacíos han pasado, en algunas ocasiones, a lagunas, arboledas, cultivos tradicionales e incluso parques y jardines de uso cotidiano. Somos, pues, capaces de, aliados con la enorme capacidad de cicatrización de la propia naturaleza, restaurar casi todo. Solo nos falta la voluntad de invertir en lo más productivo que existe: nuestra propia sensatez.
De las leyes internacionales a las acciones individuales
Los estilos de vida hoy generalizados resultan del todo incompatibles con la continuidad de especies y paisajes. Es más, atentan contra lo esencial para la vida. Cabe enfrentarse a tal desafío desde absolutamente todos los focos desde los que se genera tanta demolición. Los individuos y las empresas, los gobiernos y los tratados internacionales ya acometen en muy diferente grado de intensidad la formidable rectificación que demanda la realidad física del planeta, pero no menos nuestras sensibilidad y sensatez.
Cada persona, en la medida de sus capacidades, puede y debe acudir al rescate del planeta. La elección de formas de transporte poco o nada contaminantes. El estilo de alimentación o las elecciones a la hora de consumir destacan en el repertorio de las buenas noticias. Aspectos como el incremento del uso de la bicicleta y el transporte público. La opción por alimentos de la agricultura biológica o un creciente vegetarianismo en el mundo ya comienzan a pesar en el otro plato de la balanza. También lo hace el uso no agresivo del paisaje a la hora de divertirnos, descansar o hacer turismo.
La acción legal a la hora de proteger ámbitos naturales y sus inquilinos corrobora los avances de los planteamientos proteccionistas. Pensemos en el salto que supone que en 140 años hayamos pasado de un solo parque nacional a 217.000 espacios protegidos en todo el mundo, lo que supone nada menos que el 15 % del planeta.
Con todo, son las leyes y acuerdos nacionales e internacionales, es decir los compromisos asumidos por los estados, los que deberían suponer el gran impulso para estos cambios. Su velocidad de cumplimiento es siempre menor de la que necesita la biosfera, pero nunca se ha arreglado nada si no identificamos y admitimos que existe esa enfermedad.